Un lugar para la creación literaria. Un rincón para amar la poesía. Un sueño surgido del Taller de Poesía Erótica organizado por la Asociación Argonida de Jerez los días 8 y 9 de septiembre de 2011. Una realidad que surge del sueño.
lunes, 31 de octubre de 2011
viernes, 21 de octubre de 2011
VERGEL AUSENTE por Conchi del Blanco (poema extraído de su blog)
En tu mar, se posaron mis labios
y tu boca, se adueñó de mi océano,
no importaba… ni el tiempo, ni el espacio.
Los atardeceres nos nublaron
con el incienso perdido en el infinito,
la luz de las velas, cubrían nuestros cuerpos.
Guardábamos nuestros códigos secretos
entre lunas coronadas de laureles,
esculpiendo con la noche nuestros besos.
Un horizonte partió los juegos reflejos
mientras iba tejiendo,
un vergel vacío de ausencias.
Ahora tan solo quedan…
una distancia lejana en el tiempo,
un recuerdo del mar, una foto
una lágrima seca, un olvido,
algún te quiero en la brújula de un verso
un recuerdo marchito.
Ya no te encuentro…
estás en la distancia que me aleja,
dividido entre perdones y cadenas
sin saber…
cómo estoy, lo que quiero, o lo que pienso,
ya nada importa.
Y aún me sigues preguntando…
si te besaría al verte,
y el frío… se adueñó de mi piel,
pues parecería que estoy besando
al fantasma de la muerte,
el que no luchó lo suficiente
ni antes, ni ahora, ni después.
No te puedo dar lo que no ofreces
pues mi lucha, te gana en prioridades,
queda tranquilo, en las dudas de tus mares
que mi camino se escribió con mil verdades,
pues ya quedaron atrás…
las caricias encima de la mesa.
Zíngara
Conchi del Blanco
y tu boca, se adueñó de mi océano,
no importaba… ni el tiempo, ni el espacio.
Los atardeceres nos nublaron
con el incienso perdido en el infinito,
la luz de las velas, cubrían nuestros cuerpos.
Guardábamos nuestros códigos secretos
entre lunas coronadas de laureles,
esculpiendo con la noche nuestros besos.
Un horizonte partió los juegos reflejos
mientras iba tejiendo,
un vergel vacío de ausencias.
Ahora tan solo quedan…
una distancia lejana en el tiempo,
un recuerdo del mar, una foto
una lágrima seca, un olvido,
algún te quiero en la brújula de un verso
un recuerdo marchito.
Ya no te encuentro…
estás en la distancia que me aleja,
dividido entre perdones y cadenas
sin saber…
cómo estoy, lo que quiero, o lo que pienso,
ya nada importa.
Y aún me sigues preguntando…
si te besaría al verte,
y el frío… se adueñó de mi piel,
pues parecería que estoy besando
al fantasma de la muerte,
el que no luchó lo suficiente
ni antes, ni ahora, ni después.
No te puedo dar lo que no ofreces
pues mi lucha, te gana en prioridades,
queda tranquilo, en las dudas de tus mares
que mi camino se escribió con mil verdades,
pues ya quedaron atrás…
las caricias encima de la mesa.
Zíngara
Conchi del Blanco
EROTISMO EFÍMERO por José Reyes
Recostado en el sofá, más allá de la una de la noche, me sorprende la pantalla del televisor con la presencia de una mujer joven y atractiva, de desbordada belleza, armónica y sugerente. Su pelo es dorado, claro y soleado, tal como ordenaban los antiguos cánones de exquisitez renacentistas. Y una verde y serena mirada, desde dos encendidas esmeraldas, inundaba de claridad el ajetreado plató que la enmarcaba. Entonces, una toma generosa ofrece un primer plano fabuloso de la insigne señorita, y la madrugada parecía rasgarse con un súbito calor. Esplendoroso, transparente, triunfal, se presenta su desnudo busto por encima de un lejano escote, que no se ve, por lo que, durante varios segundos, parecía la imagen de una emergente valkiria que se ofreciera desprovista de vestidos. Una vez retrocedida la cámara unos metros, ya la realidad aborta la ilusión de su desnudez. Pero otorga la contemplación del tesoro, hasta entonces oculto, de unas piernas largas, delgadas y torneadas. Y ocurrió lo imprevisto. Aquella belleza parlante, a cuya conversación no presté atención, absorto como estaba en tan singular contemplación, realizó un gesto definitivo, superlativo, de absoluta sensualidad, de abrasadora frescura, de refrescante calentura. Aquella belleza parlante había cruzado las piernas, mientras una toma frontal ofrecía, en simulada plenitud, el eje oculto, último y simétrico de su cuerpo.
Y me quedé extasiado, abandonado con tanta sutileza. Así estuve hasta que el soniquete de su imparable charloteo se me fue haciendo perceptible. Y escuché palabras tan prosaicas como polvos, clítoris, insultos y un trasunto de problemas con hombres y de relaciones encrespadas.
Cuando la cámara volvió a enfocar a mi joven deseada, observé cómo su pelo era de un atroz rubio teñido, sus pechos de silicona y toda su belleza era impostada, artificial y arrabalera.
PENSAMIENTOS INSOSPECHADOS por Maribel Cano
Relaja su cuerpo, y se regodea ante el espectáculo de la proximidad que la observa desde su misterioso silencio deseando premiarla.
Tras la seducción, huele su olor complacida y, se extasía con el paladeo de una exquisita y maravillosa textura que le hace cosquillas al atravesar su garganta.
“¿A qué sabe?” Se pregunta.
“Sabe a él” -se responde tras consumar el encuentro.
No le importa el pecado del que responderá ante su balanza de culpas.
Lo disfruta y lo saborea hasta sentirlo en sus intimidades recónditas.
El beso compartido.
El sorbo cálido.
El placer imparable.
La humedad apacible.
El gozo punzante.
La emulsión refrescante y necesaria.
Y la dulzura, ola que cae, se hunde, se levanta, explota y, se expande por todo su ser.
Y luego, más paladeo, más deseo, más quiero y no debo…
Cierra los ojos y, cuando los abre, en la esquina cercana de la heladería, cruza su mirada con la de alguien, ausente y extraño, en el que no había reparado antes.
Mira su copa de helado de pasas con wisky y aparece vacía.
Sabor de helado. Sueños fingidos. Pensamientos insospechados.
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